Por: Sergio Godoy, Director Regional de Yara para Centroamérica y Caribe
Ayudar a superar desafíos como el hambre, la malnutrición y el cambio climático solo es posible si la industria de alimentos, los gremios profesionales y el Gobierno reconocen las nuevas generaciones de agricultores, como un motor de desarrollo económico, social y ambiental. Y resolverlos será mucho más fácil si Guatemala se moderniza y adopta nuevas tecnologías, en los sistemas de producción agrícola.
El éxodo de los jóvenes, las personas con mayor potencial de las zonas rurales, no es nada nuevo. De hecho, Centroamérica es de las regiones más afectadas por una escasez de mano de obra que, sumada al envejecimiento de la población rural, hoy podría poner en riesgo la seguridad alimentaria de varios territorios. La tierra que se ha cultivado durante décadas podría quedar despoblada, si no decidimos intervenir con propuestas sostenibles.
Por eso, en agosto, la celebración del Día Internacional de la Juventud se convierte en la mejor oportunidad para continuar un diálogo que inició el mes pasado, durante la Pre-Cumbre sobre los Sistemas Alimentarios en Roma: ¿cómo ayudar a los jóvenes a trasformar el agro, para ayudar a restaurar el planeta y proteger la vida? ¿y cómo hacerlo contribuyendo para lograr los objetivos de desarrollo sostenible que se plantean en la Agenda 2030?
Según las Naciones Unidas, en los próximos 15 años se deben crear 600 millones de puestos de trabajo para satisfacer las necesidades de empleo juvenil y, en este sentido, la agricultura tiene la posibilidad de convertirse en un gran proveedor de empleo, si el sector público y privado aunamos esfuerzos para promover el relevo generacional, la digitalización de la actividad rural y la sostenibilidad en la gestión de cultivos.
La producción agrícola es una actividad que contribuye con la generación de recursos y repercute de manera clave en el desarrollo de Guatemala. De ahí que la transferencia de conocimiento sea uno de los pilares que en Yara impulsamos, mediante capacitaciones presenciales y digitales, a los productores para el futuro; aquellos que buscan producir de forma rentable, eficiente y responsable con el ambiente.
Pero sabemos que es necesario ir más allá. Por tal razón, estamos fortaleciendo nuestro portafolio de agricultura digital, para ofrecer herramientas de punta con información relevante del clima, el estado del suelo, el uso adecuado del agua y la aplicación de fertilizantes, como solución nutricional. Ejemplo de ello es la aplicación meteorológica FarmGo, que ofrece datos precisos de precipitaciones pasadas y futuras, así como la velocidad del viento, la humedad y la temperatura.
Como los jóvenes rurales, las nuevas tecnologías desempeñan un papel esencial en los procesos de cambio y permiten tomar mejores decisiones en la actividad agrícola. Estamos convencidos que ese es el rumbo para convencer a los jóvenes de que las fincas tienen el potencial de ofrecerles no sólo un nivel atractivo de ingresos, sino también el reconocimiento social que esperan. Ahora, los actores de la cadena alimentaria debemos dar el primer paso.
Que el Día Internacional de la Juventud nos sirva para sumar esfuerzos y enfatizar en las oportunidades que el campo puede brindar tanto a las nuevas generaciones de productores, como a la economía del país. A través de alianzas público-privadas debemos darles a las voces rurales la visibilidad que merecen; ellos saben lo que necesitan y cómo podemos ayudarlos, para garantizar la seguridad alimentaria de nuestra región. La alternativa es impensable. Un mundo sin agricultores es un mundo sin comida.