Categoría: Opinión

O el amor que la Casa Blanca expresa hacia la administración de Bernardo Arévalo.

El corporativismo tradicional —ese que tanto dicen combatir— es justo el modelo que adoran: autoritario, vertical, con un Estado que organiza, controla y subordina gremios, sindicatos y asociaciones.

Pero esta aparente serenidad tiene el aroma de esos silencios que no auguran paz sino tormenta. Sólo hay que tener corta memoria para saber que cuando todo está muy quieto, es porque algo se está cocinando.

La inútil batalla de querer equiparar al actual gobierno con los tres que le antecedieron.

Cuánta riqueza acumuló el expresidente para dedicar US$5 millones a una casa de descanso.

En esta legislatura, más que votar por convicción, se vota por prevención: para que el adversario no llegue. En este caso, la elección de la nueva directiva no fue una excepción.

Así que seguimos como siempre: no horrorizados, pero sí con ese infinito nivel de asombro y cansancio que forma parte del ADN nacional.

Ahí, y no afuera, se encuentra la batalla crucial de Bernardo Arévalo y Samuel Pérez.

A la Fiscal General y a sus protegidos les duele mucho no haber logrado aún que el desprestigio que ellos acarrean sea compartido por quien los venció en las urnas.

Quizá un día despertemos y descubramos que el verdadero escándalo no era la fuga de los mareros ni la compra de medicamentos, sino nuestra cómoda indiferencia.

De momento Trump ya autorizó a la CIA para que pueda ejecutar operaciones encubiertas en territorio venezolano, un anuncio absolutamente inusual en la historia de los USA.

El poder democrático no puede darse el lujo de fracasar, como ya lo ha hecho por 40 años, en construir un auténtico Sistema Penitenciario.

El gobierno es hoy mucho menos una causa común del partido Semilla y en cambio, una administración en torno al Presidente.

Nos pretenden convencer de que antes las cosas estaban mal y ahora están mejor, pero el resultado para el ciudadano sigue siendo el mismo: cero.

El presidente Arévalo carece en su equipo de un cuadro que sea capaz de crear el sistema penitenciario que el país requiere.

Freddy Orellana no es un juez sino un sicario. Pero la aparente indiferencia del Presidente frente a los perseguidos de su partido es igualmente dañina.

Los encuestados opinan que tenemos a una buena persona de presidente, una suerte de Santa Claus tropical, pero que no resolverá los problemas.

Atorados entre una pared de falta de capacidad de gestión y ejecución, y una espada de ausencia de cintura política y pérdida de poder, la presidencia se recompone con los cuatros peones que le quedan del partido.

Si el Presidente elige de nuevo cruzarse de brazos ante quienes conculcan el sistema democrático se convertirá por cómoda omisión en uno de ellos.

La estrategia es mantener el control del Consejo Superior Universitario y luego de la Corte de Constitucionalidad. Así, impedir a Arévalo nombrar un nuevo Fiscal .