Samuel Pérez, el diputado electo con la mayor votación de todos los tiempos, revalidó su popularidad en 5 días de la nueva Legislatura.
Logró contra todo pronóstico una alianza antes impensable en el Congreso. Y lo logró pese a la Corte de Constitucionalidad que le denegó el amparo previo al partido Semilla por la suspensión de su personalidad jurídica. Su planilla derrotó a la de la antigua alianza de la derecha bajo el liderazgo de Alejandro Giammattei.
La suya fue una victoria tan simbólica como significativa por encima de las fuerzas de la impunidad para la corrupción, que de inmediato los protectores del sistema, los magistrados de esa Corte de Constitucionalidad designados por Alejandro Giammattei, Alan Rodríguez, Patricia Valdéz y aupados por Consuelo Porras, se apresuraron a invalidarla.
Pero ya era tarde. Samuel Pérez le impuso la banda presidencial a Bernardo Arévalo, canceló de un plumazo los almuerzos pagados para diputados ardorosamente defendidos por la derecha, ordenó una auditoría de plazas en el Legislativo, renunció a la Caja Chica de la Presidencia y pronunció el discurso político más significativo de los tiempos modernos en el Salón de los Pasos Perdidos del Congreso. Un discurso dirigido a señalar la parcialidad de la Corte. Todo en cinco días.
Y Samuel va rumbo a lograr para su partido un acuerdo parlamentario que garantiza el retorno a la discusión política y el destierro de la compra de votos con fondos públicos.
Si un sector económico o de contratistas corruptos quiere sabotear la ley de Aguas o la de Competencia o la creación de una entidad que defienda efectivamente al consumidor, tendrá que hacerlo a su propia costa. Con su dinero y no con el de los contribuyentes. Toda vez, claro, que el gobierno de Bernardo Arévalo se mantenga fiel a su promesa de no alentar la corrupción.
A Samuel Pérez le ha ayudado para conseguir sus logros tanto una bancada unida y con convicción como el respaldo de la opinión pública a la lucha contra los corruptos. Y ha tenido la manita, además de las sanciones oportunas de Estados Unidos contra el presidente Giammattei y la designación Magnitsky del exministro Pimentel.
Quizá por eso, los diputados del partido Cabal que apoyaron el ruidoso fracaso de la candidatura de Sandra Jovel pronto volvieron sobre sus pasos.
A Samuel también le ha servido mucho la implosión postelectoral de los partidos políticos. Si Sandra Torres va a hacer prevalecer el liderazgo impostado de sus hijos por el de otros cuadros de la UNE, ¿por qué habría Inés Castillo de permanecer ahí dentro?
Hasta los diputados de Todos están ahora dispuestos a abandonar a Felipe Alejos para migrar a la nueva mayoría.
Los diputados pro impunidad para la corrupción, sin un Ejecutivo que les alimente de sobre sueldos y contratos, y con conflictos internos como los que atraviesa el partido Valor, se ven en notoria desventaja.
Excepto que cuentan con el respaldo invariable de la Corte de Constitucionalidad y la colaboración un poco en aprietos ya de Consuelo Porras desde el Ministerio Público. Doña Consuelo tiene ahora sus propios problemas.
En cambio, los magistrados, fieles alfiles del sistema, están ahí para defender a la vieja mayoría. Pero saben ahora que enfrentan a un líder que les lleva notable ventaja ante la opinión pública.
Cada disposición suya para impedir cambios reclamados por los votantes en el país, cada resolución orientada a proteger a la impunidad para la corrupción, acumula costos en su contra.
Samuel Pérez es hoy el líder político con más futuro del país. Intentar aplastarlo, para los magistrados y el sistema que defienden, tendrá un costo muy grande.