Autor: Pedro Trujillo

Los encuestados opinan que tenemos a una buena persona de presidente, una suerte de Santa Claus tropical, pero que no resolverá los problemas.

Atorados entre una pared de falta de capacidad de gestión y ejecución, y una espada de ausencia de cintura política y pérdida de poder, la presidencia se recompone con los cuatros peones que le quedan del partido.

El tiempo, que todo lo deja ver, vino a poner las cosas en su dimensión, y la ruptura de SEMILLA, productos de la ambición de algunos y la falta de carácter de otros, evidenció graves problemas internos.

Con el tiempo, la popularidad del presidente ha disminuido considerablemente, a pesar de que no se publican encuestas, algo que podría parecer contradictorio en un gobierno que se proclama transparente.

Ellos entienden que en la política todo se negocia, y el verdadero valor no reside en los 50 millones de dólares de recompensa, pues seguramente cuentan con riquezas aseguradas a buen resguardo, sino en la posibilidad de obtener el perdón de la justicia estadounidense.

Los acuerdos sindicales se han extendido a todas las instituciones públicas y el texto de los acuerdos se ha convertido en una letanía homogénea.

La hipocresía de nuestros líderes, que utilizan el nombre de Dios para justificar sus intereses personales mientras ignoran los verdaderos problemas del país, refleja una crisis moral y política.

Ver la política desde afuera es muy distinto a confrontarla directamente, algo que este grupo de gobernantes inexpertos ha llevado a cabo con poca destreza.

La cooperación internacional, salvo en casos de desastres o catástrofes, es, en la mayoría de los casos, una herramienta de poder blando dentro de la política exterior de los países.

Todos pagamos lo mismo por un pan, un desayuno, un billete de avión, una entrada al cine o una bebida en un restaurante, sin importar nuestra condición social o económica.

Lo más preocupante es la carencia de alternativas que entusiasmen a los votantes, más allá de tres figuras destacadas y conocidas tanto por su obsesivo afán por el poder como por su historial.

En lo personal, y quizás dejando entrever cierta sensibilidad hacia las actuaciones de nuestros políticos, siento desagrado al ver cómo muchos se aprovechan de las cámaras y los medios de comunicación.

Lo que más me preocupa no son los malos, esos siempre han existido, sino los tontos, los ciudadanos que se creen esos discursos de políticos, y que los aplauden y votan.

Pero el verdadero problema no radica en aquel que busca imponerse, sino en quienes se permiten ser dominados y no demuestran que el agresor carece de razón.

Todo esto demuestra que, como sucedió en España hace un tiempo, se puede funcionar sin un gobierno activo, ¡y no pasa nada!, incluso es mejor.

Para consolidar este apoyo internacional, se han adoptado varias estrategias.

La cobardía tampoco está ausente del político de turno, y muchos presidente nada más llegar al poder lo que desean ser de inmediato es expresidentes.

Un modelo depredador de fondos públicos enquistado en todas y cada una de las instituciones de Estado y que cuesta cientos de millones anuales.

¿Podría usted ser sancionado por cruzar cuando «el semáforo está en rojo», si dicho semáforo aún no ha sido instalado y lo será dentro de un mes?

La dinámica social en la que estamos inmersos se refleja en las acciones públicas, y es precisamente lo que se ve tanto en el sector justicia como en el legislativo.