Autor: Pedro Trujillo

La vida humana no importa, porque la muertes es barata, y cada uno va a lo suyo. Estamos abocados al fracaso. Bueno, a un mayor fracaso del que ya experimentamos.

Los datos recientes sobre el incremento de la violencia muestran un aumento significativo de homicidios de 156 en febrero de 2024 a 252 en febrero de 2025, un incremento del 62%.

Aunque no guste a mucho, y es una pena, tenemos un Presidente que querría ser expresidente, y que lo invitasen a actos, eventos y almuerzos en lo que darse baños de gloria.

Es una pena la incapacidad de este gobierno para ejecutar proyectos e implementar políticas públicas, y cansado escuchar como sistemáticamente culpan a otros.

La asamblea nacional constituyente de la época repartió privilegios a ciertos grupos gremiales que son los que ahora luchan por estar al frente de instituciones y procesos.

Desde el Presidente hasta el empresario de las camionetas han callado o lamentado, pero no asumido la responsabilidad política, civil o penal que les correspondería.

Asistimos a la recuperación del realismo político como pilar de sustento de la política USA. La soberanía nacional y la razón de Estado resaltarán sobre las conversaciones multilaterales.

El abaratamiento y control de la tecnología es una guerra sórdida, entre otras cosas por la obtención de minerales esenciales para la fabricación de chips.

Repetimos la historia con una facilidad y alegría que ya no sabe uno si reír o llorar, en esa polarización anímica que potencian a políticos inútiles.

En conclusión, 2025 inicia como lo hiciera 2024, con discursos que destacan ejes, planes y estrategias que deberían haberse comenzado a implementar hace un año.

Mr. Trump manda mensajes subliminales a su auditorio y de camino intenta amedrentar con el tono que emplea.

Estamos en un punto de inflexión sobre el concepto de democracia liberal, pero también sobre los valores humanos.

Los grupos sociales son lo que son y cómo son, y en función de ese carácter enfrentan las vicisitudes y problemas que resuelven con cierta determinación.

Lo que no dicen, y muchos medios callan, es que para que eso ocurriera tuvieron que resucitar a Maquiavelo y aquello de que el fin justifica los medios.

¿Quiénes están detrás?, pues los de siempre, y no son el sector empresarial que salió de la ecuación hace rato.

Los políticos gustan de meter el dedo en los procesos -algunos las manos y hasta el brazo- y prefiere elegir, en lugar de utilizar, por ejemplo, el sorteo, porque eso les da poder para explotar la dependencia con los nombrados.

Los grandes perdedores de este proceso eleccionario han sido los medios de comunicación, y particularmente muchos insignes editores.

Al chispudo habría que hacerle un monumento y declararlo patrimonio intangible de la humanidad.

Los datos filtrados sobre la popularidad presidencial a estas alturas del año apuntan a un 32%, lo que significa 20 puntos menos que en mayo pasado.